Árbol perenne de 10-20 m de alto, aunque
algunos ejemplares sobresalientes pueden llegar a los 40 m de
envergadura, siendo la especie que puede alcanzar mayor tamaño de toda
la Laurisilva. Están dotados de una recia y abundante ramificación, que
forma una amplia copa siempreverde, de porte más o menos globoso. Su
grueso y esbelto tronco, frecuentemente ramificado desde la base, se
halla recubierto de una corteza de coloración oscura, salpicada por
numerosas lenticelas que, con el paso del tiempo, se van regruesando
hasta formar bultos redondeados que cubren la base de los troncos. Al
igual que sucede con otras grandes especies del Monteverde, el tronco
suele aparecer rodeado de un círculo de brotes jóvenes y erectos
(chupones), que ocuparán el lugar de la planta madre cuando ésta muera.
Las hojas, de color verde intenso y unos 9-12 cm de longitud, son
simples, alternas, pecioladas, oblongo-lanceoladas, subcoriáceas,
lustrosas y con algunas glándulas en su extremo inferior, a ambos lados
del nervio central. Ocasionalmente presentan unas pequeñas agallas
globosas causadas por la picadura de ácaros.
Es una especie dioica,
con flores masculinas y femeninas en ejemplares distintos. Ambas son muy
pequeñas, olorosas, con seis pétalos blanquecinos y los estambres con
filamentos gruesos y algo vellosos, apareciendo agrupadas en
inflorescencias paniculares. El ovario de las flores masculinas es muy
pequeño, casi esférico; el de las flores femeninas es aovado o elíptico.
Los frutos son drupas carnosas de unos 3 cm de longitud, parecidos a las
bellotas, pues, al madurar, los sépalos se sueldan entre sí formando una
cápsula parecida a un dedal, y que rodea a la mitad inferior del fruto;
al principio son de color verde, pero con el tiempo viran hacia el
violeta o el morado, que es cuando se desprenden de la cúpula y caen al
suelo, aunque es raro verlos en tal estado, pues casi siempre son
devoradas por los pájaros antes de que lleguen a madurar.
Endemismo macaronésico, propio de las zonas
más húmedas y sombrías de la Laurisilva, habitualmente batidas por el
mar de nubes, donde encuentra humedad casi constante y suelos profundos,
ricos en materia orgánica. Su antigua abundancia quedó muy mermada por
las talas masivas a que fue sometida esta especie para aprovechar su
fuerte, bella y resistente madera, y en la actualidad sólo quedan grupos
importantes de tilos en áreas muy concretas y bien conservadas del
bosque, siendo el más importante de todos el de Los Tilos, en la isla de
La Palma. En la isla de Gran Canaria debió de ser frecuente en otros
tiempos, pero en la actualidad escasea, siendo localizable en pocos
lugares, como en los Tilos de Moya o el Barranco de la Virgen.
Primavera y verano.
Por semillas, esquejes y brotes secundarios
(chupones).
La madera de los tilos, de color verde
amarillento, es bella, fuerte y muy resistente, aunque tiene el
inconveniente de que, cuando está fresca, desprende un olor muy
desagradable, tan intenso que, según cuentan los cronistas antiguos, los
hacheros que se dedicaban a la tala de estos árboles tenían que
relevarse periódicamente en su trabajo al no poder soportar durante
mucho tiempo su pestilencia.
En los primeros tiempos de la
colonización de Canarias, la madera de los tilos se empleó para fabricar
los cajones en los que se transportaba la caña de azúcar que producían
los ingenios. Pero los documentos de esos tiempos indican que, en los
últimos decenios del siglo XVI estos cajones se compraban más por el
valor de su madera que por la del azúcar que contenían, hasta tal punto que el
Cabildo de Tenerife tuvo que dictar las órdenes necesarias para que se
prohibiera su exportación.
Desconocidas.
Islas Canarias y Madeira.
Los tilos tienen una alta capacidad para
condensar la humedad que arrastran hasta nuestros bosques los vientos
alisios y que, por las características orográficas de Canarias, provocan
el conocido fenómeno del mar de nubes. Esta particularidad ha quedado
reflejada en la leyenda del famoso Garoé, el árbol de la lluvia
o árbol sagrado de la isla de El Hierro, un enorme tilo que al parecer
existió en el lugar llamado El Mocanal, donde aún pueden verse las
aljibes en que se almacenaba el agua que "destilaban" sus hojas, y que
se decía era capaz de abastecer a toda la población aborigen de esa isla
antes de su conquista por la Corona de Castilla.
Según las crónicas
antiguas, este ejemplar extraordinario habría sido destruido por una
enorme tormenta en el año 1610. En 1948 se plantó en el mismo
lugar otro ejemplar de tilo, que es el que hoy se muestra como el mítico Garoé o
Árbol santo de la isla de El Hierro.
Su nombre genérico (Ocotea) parece derivar
del nombre vernáculo dado a una especie sudamericana. El específico
(foetens) proviene del latín foetere (apestar), aludiendo al
desagradable olor que desprende su madera fresca.
Oreodaphne foetens, Laurus
foetens, Laurus magnoliaefolia.
Distribución:
Endemismo macaronésico. El Hierro,
La Palma, La Gomera, Tenerife, Gran Canaria.
Ecosistemas: Laurisilva, Fayal-brezal.
Altitud: Normalmente entre los
400-1.000 m s. n. m.
Texto y fotos: J. Alfredo Pérez Martín