Flora de las Islas Canarias

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Geología

     Geológicamente, las Islas Canarias están constituidas por una serie de elevaciones volcánicas, independientes entre sí, que surgen a más de 4.000 m de profundidad, asentadas sobre una zona de transición en la corteza oceánica, y cuya edad se calcula entre los 150 y 180 millones de años, que se corresponde con las fases iniciales de la apertura del océano Atlántico.
     Las islas más viejas son las orientales, Lanzarote y Fuerteventura, que emergieron hace unos 16-22 millones de años, seguidas por las islas centrales, Gran Canaria, Tenerife y La Gomera, con edades que oscilan entre 8,5-14,5 millones de años. Las islas más jóvenes son la de La Palma, con una antigüedad estimada en unos 2 millones de años, y la de El Hierro, de alrededor de 1,1 millones de años. Consecuencia de esta gran diferencia de edad es que las islas orientales se hallan muy erosionadas, presentando grandes llanuras formadas por materiales procedentes del progresivo desmantelamiento de los antiguos edificios volcánicos. Las islas centrales, en la que ese proceso aún no ha tenido tiempo de producirse, son muy montañosas, con abundancia de valles y barrancos profundos. Y en La Palma y El Hierro se observa claramente su juventud geológica por la existencia de centenares de conos volcánicos que evidencian que estas islas aún están en plena construcción, siendo el testimonio más claro de este proceso los tres volcanes que han surgido en los últimos 100 años en la isla de La Palma, en los años 1949, 1971 y 2021.

 

 

Origen de las Islas Canarias

     Sobre su origen existen tres teorías principales, siendo la más dominante durante mucho tiempo la llamada del punto caliente, que cree que las Canarias han ido surgiendo a partir de un penacho térmico originado en la base del manto terrestre y que sería la fuente de todos los magmas del archipiélago. Al estar dicho penacho en posición fija con respecto a la placa africana que se desplaza en dirección de oeste a este, con el paso del tiempo se habría ido formando un conjunto de islas en esa misma dirección.
     Pero en los últimos tiempos han surgido dos hipótesis alternativas. Una, la de la fractura propagante, que relaciona el origen de las islas con la propagación sucesiva, y también en dirección este a oeste, de la cordillera del Atlas, en el norte de África. Y la otra, y las más aceptada actualmente entre la comunidad científica, es la que relaciona el origen de cada isla con las con fallas inversas que se producen en la corteza terrestre, dando lugar a bloques que se levantan desde el fondo oceánico al chocar con el continente africano, y que se traduce en una serie progresiva de emisión de magmas.

 

 

Vulcanología

     Independientemente de su origen, lo cierto es que el archipiélago canario es producto de una sucesión de erupciones volcánicas en el fondo marino, que han ido creando a cada una de las islas una vez que la estructura volcánica sobresale de la superficie del mar. Las sucesivas erupciones a lo largo de miles o millones de años se han ido superponiendo unas a otras, de modo que el territorio isleño va agrandando progresivamente su superficie y su altura.
     La salida del magma al exterior se puede producir de tres formas distintas: en estado líquido, en forma de coladas de lavas más o menos espesas, en estado sólido, en forma de piroclastos, lapilli y cenizas, o en estado gaseoso. En las Islas Canarias predominan las dos primeras formas, que muchas veces se combinan o se alternan dentro de una misma erupción.
     Los materiales piroclásticos, como el lapilli o picón, y las cenizas, son muy comunes en todas las islas del archipiélago canario, formando normalmente pequeños conos volcánicos a lo largo de todo el territorio.
     Las coladas basálticas son también muy comunes, y normalmente producen una superficie extremadamente rugosa o incluso espinosa, que localmente se conoce con el nombre de malpaís. El avance de la lava se realiza de forma que la superficie escoriácea, que se va enfriando a medida que avanza en el terreno, se va desplomando en su frente, pero sigue avanzando por el empuje de la lava fundida que sigue caliente en el interior de la colada.

 

 

     Con el paso del tiempo las estructuras volcánicas se ven sometidas a los procesos erosivos generados principalmente por el agua, el viento y el oleaje, que hacen que el relieve isleño se vaya suavizando progresivamente y dando lugar a formaciones sedimentarias, como en el caso de los potentes depósitos de pie de monte y avalancha extendidos a todo lo largo del litoral del norte de Anaga, o depósitos de arenas eólicas que cubren muchas zonas de Lanzarote y Fuerteventura.

 

Los tubos volcánicos

     Dentro de la gran variedad de estructuras volcánicas de Canarias destaca la formación de canales y tubos volcánicos, ligados a las erupciones efusivas y que se forman cuando una colada que se desplaza por una ladera se enfría al entrar en contacto con el aire, comenzando a solidificarse tanto la superficie más externa como la zona que entra en contacto con la tierra, mientras la lava sigue discurriendo entre ambas capas solidificadas. Y si la pendiente es pronunciada, lo normal es que al finalizar la actividad volcánica el canal lávico quede vacío dando lugar a los conocidos tubos o cuevas volcánicas.
     Estas magnificas formas volcánicas, suelen quedar ocultas, hasta que por cualquier motivo se rompe la capa superior formando un jameo, es decir un hueco en el terreno que deja al descubierto el interior del tubo volcánico, como es el caso de los Jameos del Agua en Lanzarote. Otros ejemplos, conocidos por su espectacularidad y longitud, son los tubos volcánicos del volcán de la Corona y la Cueva de Los Verdes, en Lanzarote, o la Cueva del Viento, en Tenerife.

 


Historia de un volcán

     Los fenómenos volcánicos son muy potentes y llamativos, y desde siempre han atraído la atención de científicos, historiadores y cronistas, además de todas las personas que han tenido la suerte o desgracia de vivirlos.
    De modo que así relataba un cronista de su época, a finales del siglo XVIII, la erupción del Volcán de Chahorra, también llamado las Narices del Teide, que duró del 9 de junio al 15 de septiembre de 1798.
     "Hacia las diez de la noche del 9 de junio de 1798, las poblaciones de la banda meridional de Tenerife, y especialmente por la parte de Guía y Chío, la más próxima a las Cañadas, se oyó una fuerte detonación y se observó que la montaña de Chahorra, contigua al Pico de Teide, lanzaba llamas y materias volcánicas. Estas erupciones duraron, acompañadas de un ruido que esparció el espanto en la isla entera, por espacio de tres días. Al muy poco tiempo se abrió otro cráter en el vértice de la montaña a una milla del primero, debilitando la acción de éste, que vomitó también torrentes de lava. Poco distante de este cráter se abrió un tercero, cuyas explosiones se sucedían con gran rapidez. Por último, una cuarta grieta dejó escapar torbellinos de humo y piedras candentes...".