Navaea phoenicea
(Vent.) Webb & Berthel.
Malva de risco rosada,
Higuereta
Descripción:
Arbusto de unos 2-3 m de alto, de
tronco grueso y leñoso, recubierto de una corteza grisácea, y
abundantemente ramificado desde su base, con ramas erectas recubiertas
de una corteza de color gris claro, y que forman una densa y amplia
copa de porte semiachaparrado.
Las hojas, caducas o subpersistentes,
son simples, alternas, largamente pecioladas y con una lámina
típicamente palmeada, de lóbulos largos, estrechos e irregularmente
dentados en los bordes.
Sus llamativas flores parecen dispuestas en
pequeños racimos terminales o axilares, ocasionalmente solitarias. Cada
flor presenta un cáliz con dientes ovado lanceolados, y una corola con cinco pétalos oblanceolados, libres,
brillantes, de
tonalidades rojizo asalmonadas, raramente blancos, y numerosos estambres del mismo color,
dispuestos sobre una larga columna estaminal.
El fruto es un
esquizocarpo verticilado en forma de tetilla, rodeado por un cáliz
persistente, que en su interior contiene un buen número de pequeñas
semillas de color marrón rojizo.

Hábitat: Endemismo de Tenerife propio de riscos,
laderas pedregosas y barrancos de la vertiente norte de la isla situados
en el área potencial de los Bosques termófilos y de la parte alta del
Cardonal-tabaibal.
En la actualidad, sus escasas poblaciones se
concentran en las zonas montañosas del macizo de Anaga, al noreste y, en
menor medida, en áreas escarpadas de los municipios de Buenavista y
Garachico, al noroeste.
Su escasez se debe, en gran parte, a la
intensa actividad humana realizada en su hábitat natural tras la
Conquista de las Islas Canarias: aprovechamiento forestal, roturaciones,
pastoreo, etc.
Floración: Su abundante floración se produce entre los
meses de agosto y diciembre, aunque en situaciones favorables lo hace
durante casi todo el año.
Los ejemplares pierden la mayor parte de
sus hojas durante la época de floración.
Reproducción:
Por semillas y esquejes, aunque su
propagación es lenta y difícil.
Usos: Antiguamente se empleaba como especie
ornamental, y aún es posible observar algunas matas en los patios de
viejas casas de campo. La belleza, abundancia, y temprana aparición de
sus flores, bien merecen que se recupere su utilización en la jardinería
de nuestras islas, aunque tal práctica debe hacerse manteniendo un
absoluto respeto a sus poblaciones naturales.