Hypericum grandifolium
Choisy
Granadillo, Malfurada, Maljurada, Maljurado, Malforada, Mejorana, Corazoncillo
Descripción:
Arbusto de 1-2 m de alto, abundantemente
ramificado y de porte más o menos globoso, con tallos erectos o algo
colgantes, finos, leñosos, quebradizos y recubiertos de una fina y lisa
corteza de color marrón oscuro.
Sus hojas, de unos 4-7 cm de largo,
son simples, opuestas en cruz (decusadas), sésiles, más o menos
ovaladas, anchamente ovadas, enteras en sus bordes y de color verde pálido, aunque las
hojas nuevas presentan bellos y llamativos matices rojizos.
Sus
grandes y vistosas flores, de color amarillo dorado, se agrupan en
inflorescencias terminales poco densas, con entre 2-4 flores cada una.
Cada flor, de unos 3-5 cm de diámetro, tiene sépalos lanceolados de unos
4-5 mm de largo, soldados por la base, sin glándulas marginales,
reflejos en la fructificación, cinco pétalos
lanceolados de 18-22 mm de longitud, y numerosos estambres que forman una espléndida corona en
torno a un pistilo hiperdesarrollado, que ya en sus inicios se
conforma como el rudimento del fruto.
Al madurar producen frutos
capsulares ovalados, duros y de color pardo rojizo, que contienen una
gran cantidad de pequeñísimas semillas.

Hábitat: Esta bonita especie es endémica de Canarias y
Madeira. En nuestro archipiélago resulta común y hasta abundante en
lugares algo húmedos, pero soleados, de la Laurisilva, los Bosques
termófilos y el Pinar, en las islas centrales y occidentales, mientras
que en Lanzarote y Fuerteventura sólo aparece en riscos sombreados.
Floración: Primavera y verano, habitualmente entre los meses de marzo y agosto.
Reproducción:
Por semillas.
Usos: Se puede utilizar como especie ornamental por
su bonito follaje y sus vistosas inflorescencias. Su cultivo es fácil y
se adapta bien a casi todo tipo de suelos.
En tiempos pasados de
mucha sequía en las Islas Canarias, como sucedió en la década de los
años 40 del pasado siglo, los campesinos mitigaban su sed chupando los
tallos tiernos y pelados de esta especie, lo mismo que hacían con los del
hinojo o las zarzas, para, como decían ellos en esa época, "mojar la
boca".
El granadillo era una de
las plantas utilizadas en el proceso de momificación de cadáveres que
realizaban los guanches, tal como aparece en los textos de Núñez de la
Peña, uno de los historiadores clásicos más destacados de la historia de las Islas
Canarias, que en una de sus obras escribe: "…para mirlarlos
(embalsamarlos), hacían un lavatorio de hojas de granadillo, y de muchas
hierbas y flores, y con él lavaban el cadáver, y después con unas
confecciones, que hacían de manteca de ganado y de cáscara de pino,
polvos de brezo, y tosca, y de zumos de hierbas, le llenaban el
vientre".