Matita suculenta, ramificada desde su base,
que produce numerosos tallos de 30-60 cm de longitud, carnosos,
cilíndricos y articulados, que crecen erectos o tumbados sobre el
terreno. Su color varía entre el pardo purpúreo o verde grisáceo, de los
jóvenes, y el gris blanquecino de los más viejos, pues se recubren
progresivamente de una fina capa de ceras que los preserva de la fuerte
radiación solar característica de su hábitat, al tiempo que amortigua la
pérdida de agua por transpiración.
Sus escasas y menudas hojas, de
unos 3-6 cm de largo, duran muy poco tiempo en las ramas, desapareciendo
casi totalmente en los meses más secos, de modo que muchas veces se
tienen por ausentes. Son simples, opuestas, anchamente lineares, algo
carnosas, lisas y de color verde brillante.
Sus llamativas flores
tubulares, de color púrpura o marrón oscuro y hasta más de 5 cm de
longitud, crecen formando pequeños fascículos situados en los nudos de
la parte superior de los tallos. En su extremo superior, la corola se
ensancha y divide, manteniendo durante un tiempo sus lóbulos unidos por
la punta, de modo que entre ellos se crean unas minúsculas ventanillas
romboidales; luego se abren formando un tubo largamente campaniforme.
Producen frutos capsulares en forma de cuernos, emparejados por su base
y de unos 10 cm de largo, que se abren longitudinalmente al madurar,
liberando una gran cantidad de semillitas planas de color negruzco,
rematadas por un largo y suave vilano plumoso de color blanco que
favorece su dispersión por medio del viento.
Endemismo canario propio de malpaíses y áreas
secas del Cardonal-tabaibal, aunque también crece en áreas rupícolas de
los Bosques termófilos, y hasta en la cara sur de algunos pinares, como
sucede en la isla de Gran Canaria. Es relativamente frecuente en algunas
zonas de la costa sur de Tenerife, como la zona volcánica del Malpaís de
Güímar. Más raro en Gran Canaria, aunque en esta isla asciende hasta
cotas cercanas a los 1.000 m sobre el nivel del mar, estando presente en
lugares como el Barranco de Arguineguín, Barranco de los Vicentes,
Barranco de Fataga, Tafira Baja, macizo de Tauro, etc.
Primavera y verano, aunque después de las
lluvias de invierno suelen florecer algunos ejemplares. A veces se
localizan ejemplares con flores y frutos al mismo tiempo.
Por semillas y esquejes, que enraízan con
facilidad si se dejan secar unos días desde que se cortan.
En los últimos años se ha extendido el uso
ornamental de los cardoncillos en ajardinamientos públicos y privados,
aunque esta práctica debería estar acorde con un escrupuloso respeto a
sus poblaciones naturales, y quedar restringida a sus áreas de
distribución natural.
Su cultivo es fácil, pero requiere situaciones muy
soleadas, riego moderado y poco abono, para que los ejemplares no se
hiperdesarrollen y pierdan la gracia y elegancia de su estado natural.
El zumo de sus tallos se empleaba
antiguamente para limpiar y cicatrizar heridas externas.
Islas Canarias.
Su nombre vulgar de mataperros hace
referencia al carácter venenoso de sus jugos, que, al parecer, contienen
algunos alcaloides nocivos, por lo que se desaconseja totalmente la
ingestión de cualquier parte de la planta.
Su nombre específico genérico (Ceropegia)
parece provenir de las palabras griegas keras (cera) y pege
(fuente, origen), haciendo referencia al recubrimiento céreo que recubre
a las plantas de este género. El específico (Fusca) proviene del latín
fuscus (oscuro), por el color marrón oscuro de sus flores.
Ceropegia aphylla, Ceropegia
dichotoma ssp. fusca.
Distribución:
Endemismo canario. Tenerife, Gran
Canaria.
Ecosistemas: Cardonal-tabaibal,
Bosques termófilos.
Altitud: Normalmente entre los
25-1.000 m s. n. m.
Texto y fotos: J. Alfredo Pérez Martín