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Uno de los retratos más conocidos de Alexander von Humboldt
Humboldt en Tenerife
El gran explorador y humanista Alexander von Humboldt nació en 1769 en el seno de una importante y rica familia prusiana. Educado por los mejores profesores berlineses, pronto dejó el estudio de las leyes para dirigir su interés hacia la ciencia, especialmente a los campos de la geología, la geografía física, la oceanografía, la meteorología, la botánica y la antropología.
Realizó numerosos experimentos y estudios de campo en todas estas disciplinas: analizó las corrientes del Pacífico; introdujo el empleo de las isobaras e isotermas en la confección de los mapas climáticos; realizó el estudio de la geografía de la tierra; fue el primero en relacionar la caída de la temperatura media con el aumento de la altitud; descubrió que el campo magnético terrestre decrece desde los polos al ecuador; investigó los volcanes, demostrando que su aparición dependía de la formación de las fallas en el terreno, y muchas otras aportaciones.
Tal fue su inteligencia, capacidad de trabajo, descubrimientos, propuestas de nuevas teorías y producción científica, que muchos lo consideran el último científico universal, heredero de los grandes sabios de la Antigüedad y del Renacimiento.
Sello conmemorativo del 250 aniversario del nacimiento de Alexander von Humboldt
En 1797 viaja a París, donde conoce a Aimé Bonpland, un
joven médico y botánico con el que hace una gran amistad y comparte el deseo
de emprender una gran expedición científica por tierras africanas. Pero tras
varios intentos frustrados, deciden cambiar de continente y viajar hasta
Centroamérica y América del Sur. Así, con la colaboración de las autoridades
españolas, y pagado de su propio bolsillo después de heredar un considerable
fortuna, el día 5 de junio de 1799 zarpan de La Coruña a bordo de la corbeta
Pizarro con rumbo a La Habana, llevando a bordo numerosas maletas y varias
decenas de los más modernos y caros instrumentos científicos de la época,
como el cronómetro de Berthoud o el sextante de Ramsden.
Humboldt pidió
al capitán que al alcanzar las Canarias el barco se detuviera en Tenerife
algunos días "...para visitar el Puerto de Orotava y ascender a la cima del
pico del Teyde", la principal razón por la que deseaba visitar las islas.
Así, el día 19 de junio de 1799, Humboldt y su compañero Bonpland arribaron
al puerto de Santa Cruz de Tenerife. Seis días tuvieron para investigar todo
aquello con lo que habían soñado durante los últimos meses. Centraron su
viaje en la zona norte de la isla, visitando La Laguna, La Orotava y el
Puerto de la Cruz, observando y anotando numerosas evidencias acerca de la
flora y la fauna en el territorio insular, además de interesantes apuntes
sobre la población aborigen y la sociedad canaria de ese momento.
Retrato de Humboldt y su compañero Bonpland en su campamento en el Amazonas
Al tercer día de encontrarse en Tenerife, Humboldt, sus acompañantes y sus guías partieron del Puerto de la Cruz, para siguiendo el llamado Camino de Chasna, ascender al pico del Teide, principal motivación de su estancia en las Islas Canarias. Como buen naturalista, tomó buena nota de la vegetación que se iba encontrando a medida que subía hacía la montaña más alta de la isla.
A Humboldt le llamó la atención la cantidad de especies que eran diferentes a todo lo que él conocía, especialmente en la flora de alta montaña. La margarita del Teide, Argyranthemum tenerifae, la violeta del Teide, Viola cheiranthifolia, o el imponente tajinaste rojo, Echium wildpretii, forman parte de un paisaje único que marcó las anotaciones y los pensamientos del explorador.
Del impacto visual, emocional y científico
que la visión de la extraordinaria flora de El Teide causaba en Humboldt
queda reflejado en este fragmento de uno de sus escritos. "Corríamos como
locos de aquí para allá, sin poder hacer claras observaciones porque al
coger algún ejemplar raro lo dejábamos cuando veíamos que a su lado había
otro todavía más curioso". Y no es de extrañar esta efervescencia de ambos
científicos, teniendo en cuenta que su visita al Teide coincidió con la
época de máxima floración en esa zona tan espectacular de Tenerife.
Aunque parece que el ese día no estaba muy despejado, en uno de sus textos
recuerda que estando en “…la cumbre del Pico de Tenerife, cuando una capa
horizontal de nubes de una blancura deslumbrante separa el cono de las
cenizas de la meseta inferior, y cuando, de repente, de resultas de una
corriente que sube, la vista puede al fin penetrar desde el mismo borde del
cráter, hasta las viñas de La Orotava, los jardines de naranjos y los grupos
frondosos de plataneras del litoral, lindos pueblitos sobre la costa, el mar
y todas las siete Islas, entre las cuales La Palma y Gran Canaria poseen
volcanes muy altos, que aparecían por debajo de nosotros, como en un mapa
geográfico".
Interior del cráter del Pico de El Teide basado en la descripción de Humboldt
Mientras ascendía a los volcanes, Humboldt se percató que la
distribución de las diversas especies botánicas variaba según su altitud. Es
el primero que hace una ordenación de las plantas, clasificándolas según los
diferentes pisos vegetales en función de la topografía del terreno, los
microclimas, las diferencias de temperatura y niveles de altitud, siendo
esta descripción de la vegetación integrada en el medio natural es una de
sus grandes aportaciones a la ciencia moderna, y la que establecería las
bases de lo que en el futuro serán la geobotánica y la biogeografía.
Sus
observaciones quedarían plasmadas más tarde en su "Tableau physique des Iles
Canaries. Géographie des Plantes du Pic de Tenerife.", una de las
ilustraciones más destacadas de la historia de la botánica canaria. En ella
Humboldt determinó la existencia en Tenerife de cinco pisos de vegetación,
desde el nivel del mar hasta la cumbre de El Teide, a las que puso el nombre
de Región de las Viñas, Región de los Laureles, Región de los Pinos, Región
de la Retama y Región de las Gramíneas.
Tableau physique des Iles Canaries. Géographie des Plantes du Pic de Tenerife
Después de visitar La Laguna, Humboldt se dirigió hacia el Puerto de la Cruz, recorriendo en su camino los territorios de Tacoronte, La Matanza y La Victoria. Al divisar el Valle de La Orotava, el explorador queda admirado de su belleza, y hace una parada para contemplarlo con detenimiento.
Tal vez desde ese mismo
lugar divisaría por primera vez el famoso drago milenario de los jardines de
la mansión de los Franchy, en la villa de La Orotava, y que después tuvo
oportunidad de ver de cerca. Este drago es el de mayor tamaño que
se tenga constancia histórica, del que se dice que medía 20 metros de alto y
24 de circunferencia, y que en el interior de su gigantesco tronco ahuecado
se podían reunir hasta una docena de personas, ya fuese para tomar el té, o
para oír misa, ya que hacía las veces de capilla. Desgraciadamente de este
descomunal árbol sólo nos quedan algunos grabados en los que se puede
contemplar su imponente figura, pues después de sufrir numerosos destrozos y
roturas de sus ramas a causa de los numerosos temporales que sufrió a lo
largo de su longeva vida, al fin una tremenda tormenta acabó abatiéndolo en
el año 1867.
El famoso drago de Franchy, en La Orotava
Los pisos de vegetación de Humboldt
"La isla de
Tenerife, la Chinerfe de los guanches, presenta en su estado actual cinco
zonas de plantas que se pueden distinguir con los nombres de
Región de las
Viñas, Región de los Laureles,
Región de los Pinos,
Región de la Retama y
Región de las Gramíneas.
Están estas zonas colocadas como por pisos, unas
encima de otras y ocupan sobre la ladera más pendiente del Pico una altura
perpendicular de 1.750 toesas (3.400 m). Si las plantas no llegan en
Tenerife a la cumbre del volcán no es porque las nieves perpetuas y el frío
atmosférico les impongan límites que no puedan franquear; son las lavas
escorificadas del malpaís y la piedra pómez árida y triturada del Pilón las
que impiden la migración de las plantas hasta el borde del cráter.
La
primera zona, la de las viñas, se extiende desde la ribera del mar hasta 200
o 300 toesas de altitud (381-584 m); es la más habitada y la única cuyo
suelo se cultiva con esmero. Ofrece entre sus productos vegetales ocho
especies de Euforbios arborescentes, Mesembryanhtemum, que se dan desde el
cabo de Buena Esperanza hasta el Peloponeso, la Cacalia kleinnia, el Drago y
otras plantas que, por sus troncos desnudos y tortuosos y por sus hojas
suculentas y color verde azulado presentan los rasgos distintivos de la
vegetación de África. En esta zona se cultiva la palmera datilera, el
banano, la caña de azúcar, la higuera de la India, el Arum colocasia (ñame),
cuya raíz suministra al pueblo bajo una fécula nutritiva, el olivo, los
frutales europeos, la vid y los cereales. Se cosecha el trigo desde fines de
marzo hasta principios de mayo, y se ha ensayado con éxito el cultivo del
árbol del pan de Tahití, la del canelo de las islas Molucas, la del cafeto
de Arabia y el cacao de América. En varios puntos de la costa el país
contiene todo el aspecto del paisaje de los trópicos y se reconoce que la
región de las palmeras se extiende más allá de los límites de la zona
tropical.
La segunda zona, la de los laureles, comprende la parte
arbolada de Tenerife: es también la región de los manantiales que brotan en
medio de un césped siempre verde y húmedo. Soberbios bosques coronan los
cerros adosados al volcán; se reconocen allí cuatro especies de laureles,
una encina afín al Quercus turneri de los montes del Tibet, la Visnea
mocanera, la Myrica faya de las Azores, un olivo autóctono (Olea excelsa)
que es el árbol más alto de esta zona, dos especies de Sideroxylon cuyo
follaje es de rara belleza, el Arbutus callycarpa y otros árboles siempre
verdes de la familia de los mirtos. Tapizan los troncos de los laureles
campanillas y una hiedra muy diferente de la europea (Hedera canariensis) y
a sus pies se encuentra una cantidad innumerable de helechos, de los que
sólo tres especies, dos Acrostichum y el Ophioglossum lusitanicum,
descienden hasta el nivel de las viñas. El suelo, cubierto por doquier de
musgo y hierba fina, brilla con las flores de la Campanula aurea, del
Chrysanthemum pinnatifidum, de la Mentha canariensis y de varias especies
frutescentes de Hypericum (Hypericum canariense, Hypericum floribundum y
Hypericum glandusolum). Plantaciones de castaños silvestres y trasplantados
forman una amplia franja alrededor de la zona de los manantiales, que es la
más verde y agradable de todas las zonas de vegetación.
La tercera zona
comienza a 900 toesas de altura (1.750 m), allí donde aparecen los últimos
grupos de madroños, de Myrica faya y de ese hermoso brezo que los nativos
designan con el nombre de Tejo. Esta zona, de 400 toesas de amplitud, se
halla totalmente ocupada por un vasto bosque de pinos, con los que se
entremezcla el Juniperus cedrus de Broussonet. Estos pinos tienen las hojas
muy largas, bastante tiesas y unidas a veces de dos en dos, la mayoría de
las veces de tres en tres en una vaina. Sin haber tenido ocasión de examinar
los frutos, ignoramos si esta especie que tiene el porte del pino de
Escocia, es efectivamente diferente de las dieciocho especies de pino que
conocemos ya en el viejo continente. Hemos hallado en la cuesta del Teide
los últimos pinos a una altura de 1.200 toesas (2.335 m) sobre el nivel del
mar. En las cordilleras de Nueva España, bajo la zona ecuatorial, los pinos
mexicanos se elevan hasta 2.000 toesas. A causa de la analogía en cuanto a
la organización que existe entre las diferentes especies de un mismo género
de plantas, cada una de ellas exige para su desarrollo cierto grado de
temperatura y de composición del aire ambiente. Si en los climas templados y
dondequiera que cae nieve, el calor constante del suelo es un poco mayor que
el calor medio de la atmósfera, es probable que a la altura de El Portillo
las raíces de los pinos saquen su alimento de un terreno en el que a cierta
profundidad se eleva la temperatura a unos escasos 9 o 10 grados.
La
cuarta zona y la quinta, regiones de la Retama y las gramíneas, ocupan
altitudes que igualan a las de las cimas más inaccesibles de los Pirineos.
Es la parte desierta de la isla, donde montones de piedra pómez, obsidianas
y lavas fracturadas ponen trabas a la vegetación. Ya antes hablamos de esos
apiñamientos floridos de hiniestas alpinas (Spartium nubigenum) que forman
oasis en medio de un vasto mar de cenizas. Dos plantas herbáceas, la
Scrophularia glabrata y la Viola cheiranthifolia, avanzan más lejos hasta el
malpaís. Sobre una hierba tostada por el ardor de un sol africano la
Cladonia paschalis cubre áridos terrenos y los pastores hacen allí fuego,
que se propaga a distancias considerables. Hacia la cumbre del Pico,
Urceolarias y otros vegetales de la familia de los líquenes trabajan en la
descomposición de los materiales escorificados. De esa manera, mediante la
acción incesante de las fuerzas orgánicas, se extiende el imperio de la
flora sobre las islas transformadas por los volcanes."
El mirador de Humboldt, en el valle de La Orotava
En la actualidad hay un mirador que lleva el nombre de Humboldt en el lugar desde donde se detuvo para contemplar el maravilloso Valle de La Orotava con el impresionante Pico de El Teide al fondo, y según se cuenta cayó de rodillas ante el espectáculo que la naturaleza le ofrecía declarando que era el paisaje más espectacular que hubiera visto nunca. Sea verdad o leyenda, lo cierto es que desde ese lugar, en los días soleados y con El Teide nevado recortándose contra el cielo azul, podemos imaginar las sensaciones que el gran científico alemán debió sentir durante toda su estancia en Tenerife, y trasladarnos a los singulares paisajes pintados en sus diarios.
"¡Regresé del pico ayer; en la noche! ¡Qué espectáculo! ¡Qué gozo!… Me voy casi en lágrimas; me hubiera gustado establecerme aquí...", escribió Humboldt en su diario antes de partir de Tenerife.