Flora canaria > Relieve

La particular posición geográfica de las Islas Canarias, y sus peculiaridades geológicas, orográficas y climáticas han dado lugar al desarrollo y evolución de una extraordinaria vegetación, casi única en el mundo por su riqueza numérica, el alto grado de especies endémicas, su desarrollo en muy diferentes pisos de vegetación, según la altitud y características climáticas de cada zona, la pervivencia de bosques de laurisilva propios de la Era Terciaria y que ya no se encuentran en casi ninguna zona del mundo, la diversidad originaria de numerosas especies, y el singular proceso evolutivo que se produce por el aislamiento de la vegetación, ya sea debido a los factores derivados de la insularidad como a los de la muy variada orografía canaria.
Para entender su
originalidad y riqueza hay que tener en cuenta su condición de islas, por lo
que las especies necesitan métodos de llegada y de colonización. También son
territorios relativamente jóvenes desde el punto de vista de la historia
natural. A partir de las primeras especies que llegaron al Archipiélago, se
han ido desarrollando otras nuevas, en función de las características
climáticas y el relieve donde se asientan, y también dependiendo del grado
de intervención del hombre sobre el territorio. Todos estos factores han
propiciado que en las Islas exista un alto grado de biodiversidad, tanto de
especies como de hábitats, en función de las condiciones ambientales que se
den.
En primer lugar, las
Islas son tierras donde han podido conservarse, desde tiempos remotos,
debido a su aislamiento, géneros y especies vegetales que en otros puntos
del planeta se encuentran fósiles, enterrados bajo capas geológicas ya
antiguas. En segundo lugar, la sucesión de climas variados, a causa de
bruscos contrastes en el relieve, generando numerosos microclimas, ha dado
origen a diferentes estratos vegetales o a pequeños núcleos donde viven
especies endémicas, o con carácter puramente local.
Origen de la flora canaria
En cuanto a la flora de Canarias, esta tiene el
origen en la flora subtropical europea perteneciente al
final de la Era Terciaria. En las islas occidentales, se
encuentran bosques de laurisilva y pino canario gracias a la
influencia de los vientos Alisos. Sin embargo, en las islas
orientales, al estar influenciadas por el Sahara, presentan
ecosistemas semidesérticos. El clima y la orografía han favorecido a la
formación de zonas de vegetación como la zona xerófita, el bosque termófilo,
el bosque húmedo, el bosque de laurisilva, Fayal-brezal, pinar y vegetación
de alta montaña.
Varios autores consideran la flora canaria de origen mediterráneo, habiendo llegado a las Islas en la Era Terciaria. Poco después de su arribada, dicha flora queda prácticamente aislada, evolucionando en formas, variedades y especies, de acuerdo con las influencias del medio ambiente y las propias características genéticas de las especies.
Debido a su antigüedad, que abarca varios millones de años, presenta diversas relaciones, no sólo con la flora de la cuenca mediterránea, sino también con África, Asia y América del Sur.
El carácter ancestral está reforzado por el predominio de formas arborescentes leñosas y la existencia de géneros endémicos, entre otras razones biológicas
Se calcula que la
flora vascular de las Islas Canarias, sin contar con hongos, líquenes, etc.,
está formada por unas 2.400-2.500 especies, distribuidas de manera desigual
por las islas sobre la base de su superficie, variedad climática,
orográfica, etc.
Dentro de la amplia
variedad de especies que forman la vegetación canaria hay que distinguir
entre especies autóctonas, especies endémicas y las especies que han sido
introducidas por el hombre a partir del siglo XIV, cuando los europeos
llegan a las islas.
La vegetación
autóctona la forman las especies que son propias de Canarias, pero no
necesariamente exclusivas del Archipiélago, ya que un gran parte de ella se
encuentra también en otros archipiélagos Atlánticos: Madeira, Azores, los
islotes de Salvajes y, en menor número, en las Islas de Cabo Verde, dentro
de una región florística denominada la Macaronesia.
La flora endémica la
forman especies que son exclusivas del Archipiélago o de algunas islas
concretas, y por lo tanto no se dan en ningún otro lugar. Muestra muchas
características típicas de las floras de los archipiélagos oceánicos,
principalmente un alto índice de endemismos, varios ejemplos espectaculares
de radiaciones evolutivas, y una mayor proporción de especies con hábitos
leñosos y suculentos si comparamos con las respectivas floras continentales
próximas.
Las islas cuentan con
aproximadamente 700 especies endémicas de plantas vasculares lo que supone
casi la mitad de las especies autóctonas. Sin embargo, éstos endemismos
parecen haber provenido de poco más de un centenar de introducciones, las
cuales una gran parte de ellas experimentaron el mencionado fenómeno de
radiación evolutiva. Como ejemplos de este fenómeno podríamos citar al
género Argyranthemum donde 23 especies endémicas provienen de un único
ancestro herbáceo que provino del continente. Otros ejemplos son las 75
especies del clado Aeonium (incluye Aichryson y Monanthes), las 29 especies
de Sonchus, o las 20 de Echium, etc.
Sin embargo otros
géneros o no han radiado o lo han hecho muy poco como ocurre por ejemplo con
Campylanthus, Plocama, Dicheranthus, Pleiomeris con una sola especie o por
ejemplo Ruta, Reichardia, Adenocarpus con pocas especies. También
encontramos géneros cuyos representantes endémicos actuales se originaron a
partir de dos ancestros diferentes (dos eventos de colonización) como ocurre
con Convolvulus, Ilex, Helichrysum, etc.
Respecto al origen de
los ancestros la mayoría de ellos provienen de la región Mediterránea si
bien son conocidas otras relaciones de parentesco con el Este de África
(Sideroxylon, Canarina, Campylanthus, Camptoloma o Solanum), sudafricanas
(Pericallis, Kunkeliella) e incluso americanas (Sedum).
Una de sus principales característica es su
distribución por zonas altitudinales, llamados pisos de vegetación, debido
principalmente a las condiciones climáticas, el desarrollo altitudinal y la
orientación del relieve de las diferentes zonas de cada isla, siendo más
variados en las islas centrales y occidentales, debido a su mayor altitud y
más variada orografía, y más escasos en las orientales por su escaso
desarrollo en altura y su más alto grado de erosión geológica.
Los
aspectos del paisaje vegetal de cada uno de los pisos de vegetación se
encuentran en función de las especies dominantes en el mismo, que darán
nombre, a su vez, a las formaciones vegetales más características de cada
uno de ellos: cardonales y tabaibales, sabinares, pinares, codesares, etc.
Siguiendo la clasificación más aceptada sobre esta tipificación de la
vegetación canaria, se han determinado la existencia de cinco pisos de
vegetación: infracanario, termocanario, mesocanario, supracanario y
orocanario.
El piso infracanario, también llamado inferior o basal, se
encuentra entre los 0 y los 400 m de altitud, aunque varía de unas áreas a
otras en función del mayor o menor grado de exposición a los vientos
alisios.
Presenta un carácter desértico o semidesértico, con gran
similitud a las zonas costeras del antiguo Sahara español y Mauritania. Se
encuentra en las áreas costeras de las laderas meridionales de todas las
islas, siendo especialmente extenso en las islas de Lanzarote y
Fuerteventura.
El piso termocanario, también llamado piso montano seco, o
piso de la sabina, se sitúa entre los 500-1300 m aproximadamente. Presenta
dos zonas bien diferenciadas, la de sabinares y madroñales, de carácter
mediterráneo, y la de laurisilva, de carácter templado por la presencia,
especialmente en verano, del mar de nubes que se forma al chocar los vientos
alisios con las laderas montañosas de la vertiente norte de las islas.
Algunos autores incluyen entre el piso termocanario y el piso infracanario
un piso bioclimático de transición situado en torno a los 400 o 500 m de
altitud. Es un área seca, pero algo más luminosa, húmeda y suave que el piso
infracanario, con una vegetación caracterizada por la presencia de árboles
de mayor porte s tienen un mayor porte y muy típicas de Canarias como la
palmera (Phoenix canariensis) o el drago (Dracaenea draco).
Aunque era un
piso muy abundante y extenso, sobre todo en las islas centrales y
occidentales, ha sido muy alterado por la acción humana y prácticamente ha
desaparecido.
El piso mesocanario, también llamado piso montano seco, o
piso del pino canario, se encuentra entre los 1300-2000 m, y está dominado
por la presencia de grandes bosques de pino canario (Pinus canariensis),
adaptados a una humedad menor que el piso termocanario húmedo, y a unas
temperaturas más frías.
Sólo se encuentra en las islas de (La Palma,
Gomera, Hierro, Tenerife y Gran Canaria.
El piso supracanario se
encuentra por encima de los 2000 m de altitud y sólo está presente en
Tenerife y La Palma por ser las islas más altas del archipiélago canario.
El clima es seco y en él hay grandes oscilaciones térmicas. En la vegetación
no hay árboles, sólo matorrales más o menos abiertos, con formas
achaparradas o almohadilladas, en donde destacan las leguminosas,
especialmente retamas y codesos. Aun así es un piso en donde aparecen muchas
especies y abundan los endemismos.
El piso orocanario se sitúa por encima
de los 3.100 m de altura y sólo está presente Cumbres superiores del Teide,
casi desprovistas de vegetación.
El clima es relativamente frío y el
suelo es muy rocoso. En este piso no hay árboles y prácticamente tampoco hay
arbustos, solamente aparecen hierbas de pequeño tamaño como Silene
nocteolens, Stemmacantha cynaroides, Viola cherianthifolia borriza de las
cumbres (Gnaphalium teideum.
Vegetación de las Islas Canarias
La particular posición geográfica de las Islas Canarias, y sus peculiaridades geológicas, orográficas y climáticas han dado lugar al desarrollo y evolución de una extraordinaria vegetación, casi única en el mundo por su riqueza numérica, el alto grado de especies endémicas, su desarrollo en muy diferentes pisos de vegetación, según la altitutud y características climáticas de cada zona, la pervivencia de bosques de laurisilva propios de la Era Terciaria y que ya no se encuentran en casi ninguna zona del mundo, la diversidad originaria de numerosas especies, y el singular proceso evolutivo que se produce por el aislamiento de la vegetación ya sea debido a los factores derivados de la insularidad, como a los de la muy variada orografía canaria.
Las islas Canarias comparten una serie de elementos
florísticos y formaciones vegetales que las hace singulares respecto a otras
floras y regiones biogeográficas (Rivas Martínez S., 2009), pues presentan
unos niveles de biodiversidad vegetal y endemicidad que las convierte en un
importante punto caliente o hotspot de biodiversidad.
De las
aproximadamente 2 090(1) especies citadas en la Lista de especies silvestres
de Canarias (Arechavaleta et al., 2010), en adelante Lista de especies, el
número de especies nativas se mueve en una horquilla que va de 755 a 1 390,
según se esté más o menos seguro de su estatus de especie nativa. De estas
últimas, unas 540 son endemismos canarios, lo que supone un porcentaje de
especies endémicas respecto a la flora nativa de entre el 40 y el 70 % . De
las especies exclusivas de Canarias, unas 310 especies son endemismos
insulares, es decir, que son exclusivos de una isla, lo que representa un
57 % del total de endemismos canarios. Si incluimos las subespecies,
estaríamos hablando de 390 taxones endémicos de una sola isla respecto a 650
taxones endémicos de Canarias, lo que supone un 60 % del total. Estos
endemismos insulares se agrupan en unos 70 géneros. Un porcentaje importante
de las especies exclusivas de una isla forma parte de géneros más o menos
bien representados en las distintas islas. Así, unos 215 endemismos
insulares se agrupan en unos 20 géneros, que cuentan con al menos 5 de estos
endemismos. Las restantes especies exclusivas de una isla (unas 95) quedan
incluidas en otros 50 géneros.
En cuanto a los géneros endémicos de
Canarias, actualmente hay 12 reconocidos (2) (Dicheranthus, Gesnouinia,
Dendriopoterium, Rutheopsis, Todaroa, Parolinia, Pleiomeris, Ixanthus,
Allagopappus, Bethencourtia, Gonospermum y Vieraea) de los cuales 7 son
monotípicos (formados por una sola especie). Tanto Dendriopoterium como
Vieraea son géneros endémicos de una sola isla, en concreto de Gran Canaria
y Tenerife respectivamente. Por otro lado, Rutheopsis y Dicheranthus
aparecen, cada uno de ellos, en dos islas: la primera en Lanzarote y
Fuerteventura y la segunda en La Gomera y Tenerife. Dentro de estos géneros,
se engloban un total de 27 especies, de las cuales 15 se encuentran en Gran
Canaria. De los 23 géneros propuestos inicialmente como endémicos de
Canarias en el Listado antes mencionado (Arechavaleta et al., 2010), se ha
detectado que, de acuerdo con recientes estudios filogenéticos con datos
moleculares, once de ellos tienen una distribución más amplia o han sido
englobados dentro de géneros no endémicos (THE PLANT LIST y EURO+MED).
Cada isla, sobre todo las más antiguas y con más variedad de hábitats,
presenta una serie de especies endémicas singulares, compartidas a lo sumo
con una o dos islas más. Este es el caso, por citar alguno, de Malva
phoenicea, de Tenerife, o Limonium dendroides, de La Gomera, que son
especies basales en sus géneros, es decir, los últimos representantes de
linajes antiguos (Escobar García, P. et al., 2009 y Lledó, M. D. et al.,
2005), de Vieraea laevigata, género endémico de Tenerife, o de Euphorbia
handiensis, relacionada con la flora del norte de África.
rtrtLa especies vegetales existentes en las Islas se hallan agrupadas en comunidades
que se distribuyen, en función del clima y la altitud, en diferentes pisos de
vegetación.
Estos pisos están marcados con mayor o menor precisión según que las islas sean
más o menos accidentadas. Los aspectos del paisaje vegetal se encuentran en
función de las especies dominantes en el mismo, que denominarán, a su vez, a las
formaciones vegetales más características, tales como los pinares (constituidos
por el pino canario), los sabinares por las sabinas, tabaibales, cardonales,
fayal-brezal, etc.
Se tiene noticia de la existencia de algunas especies botánicas originarias del
archipiélago canario desde la antigüedad clásica[cita requerida], y también
se las menciona en distintos libros de historia natural[cita requerida] pero
no es hasta el siglo XVIII cuando se realiza una descripción moderna de
ellas: el botánico sueco Carlos Linneo, padre de la botánica moderna, ya
tenía conocimiento de especies como el drago (Dracaena draco) o el bicácaro
(Canarina canariensis) y la primera exploración botánica de las islas fue
llevada a cabo por Francis Masson, enviado del Real Jardín Botánico de Kew
(Inglaterra). Masson realizó varios viajes a las Canarias en los años 1770
enviando algunas muestras de plantas y semillas a Linneo. Estos especímenes
fueron denominados por el hijo del eminente botánico, Carlos Linneo el
Joven, aunque la mayoría fueron enviados al jardín botánico de Kew, donde
William Aiton, jardinero mayor, las denominó. También son destacables la
visita a las islas del explorador y botánico alemán Alexander von Humboldt,
a finales del siglo XVIII, el primero en describir las zonas de vegetación
más importantes y las actividades del botánico francés Broussonet, Cónsul de
Francia en Tenerife.2
En 1815 llegan a las islas el noruego Christen
Smith y el alemán Leopold von Buch quien escribirá el primer catálogo de
plantas de las islas tras la prematura muerte de Smith en el Congo. Después
de este periodo llegó un momento muy importante en la Botánica de Canarias
que fue la preparación y publicación, a lo largo de más de veinte años, de
la Histoire Naturelle des Illes Canaries de Phillip Barker Webb y Berthelot.
Durante la segunda mitad del siglo XIX varios botánicos de Europa se
valieron de la labor preliminar de Webb y Berthelot y continuaron la
exploración botánica de las islas: el español Ramón Masferrer y Arquimbau,
el suizo Herman Christ y el alemán Carl Bolle.3
A comienzos del
siglo XX trabajaron intensamente en la investigación botánica de las islas:
el inglés Rev. R.P. Murray y los franceses C.J. Pitard y L. Proust. En 1913,
dos botánicos de Kew Garden, John Hutchinson y Thomas Sprague, visitaron las
islas y a su regreso escribieron una serie de artículos sobre plantas de las
islas.En los años 30, el dublinés R. Lloyd Praeger dedicará su trabajo al
grupo Aeonium de la flora suculenta de Canarias.4 Ya en la segunda mitad XX
hay que destacar la obra de Los ingenieros de montes L. Ceballos y F. Ortuño
sobre la flora forestal de las canarias occidentales "Vegetación y flora
forestal de las Canarias occidentales" ; los trabajos de Kornelius Lems y de
Johannes Lid; y el papel fundamental del primer director del Jardín Canario
Viera y Clavijo, Eric R. Sventenius.5 Para terminar, ha de señalarse la
importancia de la obra de Kunkel y la labor tan importante de David Bramwell
tanto en la dirección del Jardín canario como en la investigación y en la
divulgación de los conocimientos de la flora canaria.
Por otra parte,
desde la unidad de Botánica de la Universidad de La Laguna, liderada durante
más cuarenta años por Wolfredo Wildpret de la Torre, se han generado desde
1969 y hasta el año 2009, un total de 1.279 trabajos publicados que dan
cuenta de la enorme actividad investigadora en las siguientes líneas de
trabajo: Plantas vasculares, Micología, Botánica Marina, Liquenología y
Briología.6
Tipos de relieve
Dentro de la muy variada tipología de formas de
relieve que se registra en el archipiélago canario, las más destacadas son
las siguientes:
Macizos antiguos. Las partes más
viejas se llaman macizos antiguos, que son producto de los procesos
volcánicos más primitivos en cada isla. Estas formas se encuentran en Gran
Canaria, La Gomera, sur de Fuerteventura, norte de La Palma, y algunos
sectores de Tenerife y Lanzarote. Suelen constituir el armazón de la mayoría
de las Islas, con grandes volúmenes de materiales que se han acumulado hasta
alcanzar alturas considerables, y están surcados por una densa red de diques
y barrancos.
Los principales ejemplos de este
relieve son los macizos de Famara y el de Los Ajaches, en Lanzarote, el de
Betancuria en Fuerteventura, los de Tamadaba, Güigüí e Inagua-Pajonales en
Gran Canaria, los de Teno, Anaga y Adeje en Tenerife, la mitad norte de la
isla de La Palma, y toda la isla de La Gomera. La única isla que no presenta
este tipo de relieve es la de El Hierro, la más joven del archipiélago
canario, donde aún no ha pasado el suficiente tiempo como para que el agua
incida tanto en el terreno.
Dorsales. Las dorsales son imponentes edificios volcánicos
construidos con la acumulación de lavas que se emitieron a partir de las
principales directrices estructurales del Archipiélago. Juegan un papel
fundamental en el desarrollo de las islas y en su configuración, y son
desencadenantes fundamentales de los deslizamientos gravitatorios masivos
que darán lugar a los grandes valles y calderas.
A lo largo de estas dorsales se han concentrado la mayor parte de las
erupciones históricas, y ocurrirá lo mismo con las futuras. Esta actividad
eruptiva reciente –los últimos miles de años en tiempo geológico- se puede
observar claramente en la dorsal de Cumbre Vieja, en la isla de La Palma,
que se ha ido generando por la sucesiva agregación de crestas montañosas
alargadas que van descendiendo hacia el mar a ambos lados de la cadena
volcánica.
Las dorsales más destacadas de las Canarias son la de Cumbre
Vieja, al sur de la isla de La Palma, y la dorsal de La Esperanza, también
llamada de Pedro Gil, en Tenerife.
Las dorsales
de La Palma y El Hierro se prolongan en el mar, indicativo de que en un
futuro geológico estas islas alcanzarán un desarrollo mucho mayor.
Valles y calderas. Los valles y
las calderas constituyen elementos importantes y característicos del relieve
de Canarias, cuya procedencia y conformación es diversa.
Los valles más importantes se cree que se han formado por grandes
deslizamientos gravitacionales, siendo las formaciones más destacadas de
este tipo los valles de La Orotava y el de Güímar, en la isla de Tenerife,
el Valle de El Golfo y el de Las Playas, en El Hierro, y el Valle de Aridane,
en la isla de La Palma.
En las islas más
antiguas, como Lanzarote y Fuerteventura, donde los procesos erosivos están
muy avanzados, los valles presentan formas muy abiertas y fondos planos, las
cabeceras han desaparecido dando paso a la existencia de llanuras interiores
que conectan unos valles con otros, sin topografías que los separen. Son
relieves más o menos allanados, sin fuertes desniveles y con abundancia de
depósitos sedimentarios.
Las calderas también presentan diversos procesos de formación. En Tenerife destaca la Caldera de Las Cañadas, que realmente son dos semicalderas unidas que se formaron por dos grandes deslizamientos gravitacionales diferentes. La otra estructura de este tipo más importante de Canarias es la Caldera de Taburiente, en La Palma, que ocupa aproximadamente la zona central de la isla, y ha sido originada por una interacción de procesos volcánicos, deslizamientos gravitacionales y una fuerte erosión por escorrentía superficial.
Costas. Las costas canarias adoptan diferentes formas debido al constante proceso de erosión marina al que están sometidas. Sus formas son muy diversas, y en general pueden estar constituidas por imponentes acantilados, por rampas lávicas que llegan hasta el mar formando islas bajas, por franjas costeras rocosas o por grandes playas de arena negra o amarilla. Predominan las costas altas con un relieve abrupto y rocoso, formadas por acantilados, y hay muy pocas zonas de acumulación, lo que se traduce en la existencia de muy pocas playas naturales.
Sin embargo, en las islas orientales son frecuentes las costas bajas constituidas por superficies de poca altitud, con predominio de playas de arena amarilla debido al aporte directo de arenas que trae el viento del sureste desde el continente africano. Las más destacadas son las del Papagayo y Mujeres en Lanzarote, Corralejo y Jandía en Fuerteventura, y Las Canteras o Playa del Inglés en Gran Canaria.
Barrancos.
Los barrancos son una de
las formas de relieve más comunes del Archipiélago. Son valles muy estrechos
y profundos que se encuentran encajonados entre escarpadas paredes
montañosas. Su recorrido es corto y generalmente tienen un perfil rectilíneo
muy marcado, y el cauce está tapizado de derrubios arrastrados por las
aguas.
Se crearon por la acción de las aguas torrenciales que
erosionaron y desmantelaron las formas volcánicas, en una época de clima
antiguo con precipitaciones abundantes y regulares.
Los barrancos se localizan en los
macizos antiguos, más afectados por la erosión, como Anaga, Teno y Adeje en
Tenerife; zona norte de La Palma; oeste de Gran Canaria; y casi toda La
Gomera.
Volcanes recientes. Uno de
los rasgos de identidad más claros del relieve canario son las formas
volcánicas recientes. Los materiales más jóvenes son los más espectaculares,
por ser los más visibles al no estar cubiertos aún por la vegetación, y han
sido originados por las erupciones históricas que afectaron a algunas Islas
en fechas no muy lejanas.
Se superponen a las estructuras previamente
formadas, y en muchas ocasiones han llegado al mar aumentando la superficie
insular. Destacan las erupciones históricas de Timanfaya, que tuvieron lugar
en la isla de Lanzarote durante los años 1730-1736, y los volcanes más
recientes de la isla de La Palma, como el de San Juan y el Teneguía.
Roques costeros. En las costas canarias son habituales los
roques marinos, resultado del retroceso de la antigua línea de costa por la
intensa erosión. Han quedado como restos erguidos que no se desgastaron por
la resistencia que ofrecieron estos materiales ante el oleaje.
Los más
conocidos por su atractivo visual son los Roques de Salmor o el Roque de
Bonanza, en El Hierro, los Roques de Anaga y el Roque de Garachico en
Tenerife, y el Roque de Gando, en Gran Canaria.
Comarcas naturales.
Según el relieve, la altura y la vertiente de que
se trate, y especialmente en las Islas de mayor relieve o altura, podremos encontrarnos comarcas naturales que pueden abarcar
espacios de cumbre, medianías o de costa, e incluso áreas continuas que
incluyen varios de estos espacios o zonas, y la mayor o menor pendiente
dentro de cada territorio configura una gran variedad de microclimas, originando dentro de
una misma
comarca diferentes tipos de paisaje.
Es importante
destacar que el tamaño y los límites de las comarcas lo determinan la
orografía y la geología de cada isla, algunas con volcanismo muy reciente y
activo, así como otros factores biológicos y ambientales, en el caso de la
superficie emergida, y la pendiente, el tipo de fondo, las corrientes
marinas y la temperatura, en el caso de la plataforma insular.
Por ello, además de grandes
unidades naturales, aparecen también, pequeños hábitats donde se localizan
en muchos casos ecosistemas únicos y extremadamente inestables, así como
endemismos locales de gran importancia biológica.
En islas
como La Gomera y Gran Canaria esto se traduce en comarcas radiales debido a
los barrancos que mayoritariamente caracterizan sus peculiares relieves. En
Tenerife y La Palma, dos islas altas con cumbres en forma de dorsales,
aunque una perpendicular y otra paralela a la dirección del alisio, se
producen comarcas naturales a ambos lados de las dorsales, además de las de
sus cumbres y que abarcan áreas que van desde estas cumbres hasta la costa.
El Hierro muestra un modelo parecido, aunque menos variado por su condición
de isla joven y de construcción rápida. Lanzarote y Fuerteventura presentan
una menor diversidad de comarcas así como una mayor amplitud de éstas debida
lógicamente a su suave topografía y escasa altura.