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Plantas introducidas
Gran parte de la
rica y variada vegetación canaria está constituida por plantas introducidas,
es decir especies que no han llegado a nuestras islas por medios naturales
sino a través de la intervención humana, ya sea de modo intencionado o
accidental.
Casi todas estas especies tienen una gran capacidad de
adaptación y colonización del nuevo territorio, y una elevada tasa de
reproducción, ya que, en general, necesitan pocos requerimientos
ambientales.
No se sabe con exactitud el número total de especies
introducidas en Canarias, pero se estima que puede situarse en un rango
variable entre las 800-1.200, y su cantidad aumenta cada año con nuevas
plantas que llegan para usarlas en agricultura o jardinería, aparte de las
que se introducen de modo casual junto a las mercancías de barcos y aviones,
y hasta en las ropas o zapatos de los millones de personas que visitan
anualmente este archipiélago. Así que puede considerarse que aproximadamente
la mitad de todas las plantas existentes en las Islas Canarias son
originarias de regiones ajenas a nuestro territorio.
Los motivos de la
introducción de estas especies en las Islas son diversos, pero se pueden
dividir en dos grandes grupos: el de las plantas útiles, especialmente
especies dedicadas a la producción agrícola, y el de las plantas
ornamentales, traídas para adornar y embellecer tanto los espacios públicos
como las propiedades privadas.
Tunera (Opuntia maxima)
Dentro del primer grupo están las plantas
traídas expresamente por el hombre con fines agrícolas y que, salvo muy
raras excepciones, no se han asilvestrado. El proceso se inicia tras la
Conquista de las Islas, cuando comenzaron a llegar muchas especies
cultivables, unas procedentes de la Europa mediterránea y el norte de
África, muchos frutales, la caña de azúcar, la vid, varios cereales,
hortalizas, plátanos, etc., y otras de las recién descubiertas tierras
americanas, como las papas, el maíz, el boniato, las tuneras, las piteras,
etc. Pero estas especies tan beneficiosas para el hombre también traían con
ellas las semillas de muchas malas hierbas, como los jaramagos, los cenizos,
los bledos, las ortigas, las amapolas, etc., que poco a poco se adueñaban de
los campos de cultivo que se iban abandonando y sustituían a las formaciones
vegetales autóctonas.
Muchas de estas primeras especies introducidas han
acabado integrándose en el paisaje canario y forman parte habitual de
nuestra gastronomía, como es el caso de las higueras, los castaños, las
moreras, las tuneras, los perales, los nispereros, etc. De todos ellas
destacan, por su gran implantación en el medio natural canario, el caso del
castaño (Castanea sativa) y el de las tuneras (Opuntia maxima,
Opuntia dillenii, Opuntia tomentosa). El castaño, que fue introducido en la época
de la Conquista de las Islas y con el paso del tiempo ha llegado a forman
grandes masas boscosas que se desarrolla en cotas superiores a los 500
metros, en las zonas originarias del fayal-brezal al que han ido
sustituyendo.
Las tuneras o chumberas se sembraron en grandes cantidades
en nuestras islas durante el s. XIX y principios del s. XX, con el objeto de
cultivar en ellas la cochinilla (Dactylopius coccus), un insecto que se
desarrolla sobre sus carnosas hojas y del que se obtiene la grana, un
colorante natural muy valioso en esas épocas. Con el descubrimiento de los
colorantes sintéticos se acabó el cultivo de la cochinilla en Canarias, pero
las tuneras, que tienen una gran capacidad expansiva, ocupan en la
actualidad extensas superficies en todas nuestras islas, convertidas en
algunos casos en una especie invasora.
Pitera (Agave americana)
En el segundo grupo están las
plantas destinadas a su cultivo en parques y jardines, generalmente especies
ornamentales que resultan más atractivas por su aspecto o floración que las
autóctonas de las nuestras islas. Son sin duda las más extendidas, ya que se
utilizan en muchos y variados lugares, desde grandes parques y jardines
públicos, hasta los más modestos rincones de las casas.
Por su antigüedad, cantidad o belleza, destacan numerosos arbustos como las
adelfas (Nerium oleander), los hibiscos (Hibiscus rosa-sinensis), las buganvillas
(Bougainvillea spectabilis) o la flor de Pascua (Euphorbia
pulcherrima), y hermosos
árboles como las acacias, las jaracandas, las palmeras, los laureles de
indias o las araucarias, que adornan y dan sombra a las calles y plazas de
muchas ciudades y pueblos.
Entre las plantas ornamentales también está el
grupo de las que se cultivaban habitualmente en las casas y caminos rurales
de finales del s. XIX y mediados del s. XX, adornados con especies de baja
exigencia y llamativa floración como el heliotropo de Perú (Heliotropium
arborecens), el brezo de olor (Adenandra fragans), el jazmín o dondiego
(Mirabilis jalapa), la capa de la reina (Farfugium japonicum), los nardos
(Narcissus tazetta), las varas de san José (Alcea rosea), las orejas de
burro (Zantedeschia aethiopica), la bandera española (Canna indica),
y
numerosas especies o variedades de geranios, lirios, azucenas, dalias,
claveles, etc.
Bandera española (Canna indica)
Muchas de las especies introducidas en Canarias a lo largo
del tiempo han terminado propagándose de forma espontánea y hoy se
encuentran asilvestradas en casi todos nuestros ecosistemas. Entre ellas se
encuentran las piteras, tuneras, bálsamos, amapolas de Califomia,
capuchinas, así como el numeroso conjunto de malas hierbas que han saltado
de los campos de cultivo y proliferan en huertas abandonadas, espacios
ruderales, márgenes de caminos y carreteras, etc.
Un apartado especial dentro de las plantas introducidas, especies que por su gran capacidad expansiva acaban estableciéndose en sus nuevos ambientes naturales en detrimento de la flora nativa, a la que muchas veces acaba desplazando y eliminando, radicando su mayor peligrosidad en su poder para desestabilizar ecosistemas que han tardado milenios en llegar al equilibrio, ya que normalmente se comportan como elementos muy agresivos que son capaces de proliferar rápidamente en un corto intervalo de tiempo gracias a que disponen de sistemas de reproducción y dispersión muy eficaces, pudiendo invadir y alterar los ecosistemas insulares de forma irreversible. Una vez asilvestradas son muy difíciles de erradicar, y pueden llegar a cubrir por completo amplias zonas de nuestro archipiélago.
Rabo de gato (Pennisetum setaceum)
El número de especies consideradas invasoras en nuestras islas es variable, y se está incrementando rápidamente en los últimos años, pero en islas como Tenerife se tienen catalogadas más de 70 plantas dentro de esta peligrosa categoría. Algunas de ellas llevan mucho tiempo en nuestro territorio, como es el caso de las tuneras o chumberas, las piteras, los aloes o sábilas, los geranios, etc. Otras llegaron hace algunos decenios, como el temido rabo de gato (Pennisetum setaceum), aunque su daño ha sido enorme en tan corto espacio de tiempo. Y entre las recién llegadas destacan varias especies de cactus, otras del género Pluchea, como Pluchea ovalis, una planta aromática que introdujeron los extranjeros cerca de los campos de golf y que ahora se expande muy rápidamente por el sur de Tenerife, y varias del género Chenopodiaceae, o de algunas chenopodiáceas, como Maireana brevifolia, que ocupan ya extensiones apreciables en Gran Canaria y Fuerteventura.
Entre las más antiguas destacan especies como la
caña común (Arundo donax), que ejerce compite de modo agresivo con la
vegetación nativa, sobre todo en los cauces de barrancos, donde forma un
tapiz impenetrable y muy peligroso en caso de incendios. Las tuneras
(Opuntia máxima, Opuntia dillenii, Opuntia tomentosa…) y las piteras (Agave
americana) se encuentran tan extendidas en la actualidad que su erradicación
es algo imposible, y forman parte del paisaje canario de tal forma que mucha
gente las considera especies nativas.
De las más recientes la que ha
resultado más dañina para el entorno natural canario es el rabogato (Pennisetum
setaceum), una
gramínea de origen africano cuya introducción ornamental data de la década
de los años 40 del siglo pasado, y que ha logrado proliferar de tal manera
que en la actualidad se ha establecido en todas las islas del archipiélago
entre la franja costera y las medianías, invadiendo fuertemente Gran
Canaria, Tenerife y La Palma, llegando en esta última isla a alcanzar el
Parque Nacional de la Caldera de Taburiente.
Uña de gato (Carpobrotus edulis)
Un pequeño listado de especies vegetales invasoras en Canarias incluye a las siguientes plantas: la tunera o chumbera (Opuntia máxima), la tunera india (Opuntia dillenii), la cañera o caña común (Arundo donax), las piteras (Agave americana), el rabo de gato (Pennisetum setaceum), el tojo (Ulex europaeus), la valeriana roja (Centranthus ruber), el pinillo (Crassula lycopodioides), la pluchea (Pluchea ovalis), el lirio silvestre (Chasmanthe aethiopica), la cholla (Austrocylindropuntia subulata), el tartaguero (Ricinus communis), la oreja de gato (Tradescantia fluminensis), el jaragán (Ageratina adenophora), el tabaco moro (Nicotiana glauca), la amapola de California (Eschscholzia californica), el árbol de la seda (Calotropis procera), la bandera española (Lantana camara), el plumero de la Pampa (Cortaderia selloana), la uña de gato (Carpobrotus edulis), etc.
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Tartaguero (Ricinus communis)